martes, 31 de marzo de 2009

Cuento: Un Edificio sin Ventanas...

























CUENTO GANADOR DEL 2° LUGAR EN EL CONCURSO "SIMÓN RODRÍGUEZ" 2006

UN EDIFICIO SIN VENTANAS

-Mi papá y yo de pronto y sin saber cómo nos encontramos en el penthouse de un edificio sin ventanas, sorprendidos pero sin miedo comenzamos a investigar el extraño entorno.

-Un buen rato antes de darnos cuenta del peligro, yo había encontrado un muñeco de tela pero con la cara y manos de yeso, vestido de elegante traje negro. El penthouse parecía una jungla de otro mundo, había plantas desconocidas para nosotros y unos pequeños insectos humaniformes devoraban la vegetación de la sala, menos mal que el hábitad natural se reproducía con la misma intensidad con la que era devorado. Los insectos humaniformes iban en pequeños grupos cargados de toda clase de cosas al techo del penthouse que era como un depósito de toda clase de basura y porquería tóxica que a su vez se filtraba o desbordaba cayendo en pequeñas pero significativas porciones en la reserva de agua, una laguna ubicada en el centro de aquella selvática sala. Menos mal que ese reservorio en miniatura tenía la mágica capacidad de volver a ser cristalina cada vez que la volvían de color verduzco o marrón grisáceo y maloliente. Además el pobre techo estaba aguantando el peso de incontables industrias, fábricas, procesadoras, como sea que se llamen, ponían al techo a llorar en un silencioso dolor consolado con patadas de la indiferencia. Desde el techo, la necrópolis industrial, sí necrópolis, porque lo que soltaba eran humos y fluidos de magnicidios a corto, mediano o largo plazo, pero en fin, ¿a quién le interesa? , a la indolencia le interesará más que a cualquiera.

- Los extraños insectos hacían caso omiso a nuestros reclamos y consejos, al fin tratamos de aplastarlos pero se multiplicaban luego de escurrirse debajo de nuestros zapatos, mientras más queríamos acabarlos, más se multiplicaban instantáneamente saliendo uno de la gran boca del otro, salieron como cinco generaciones en un minuto.

-Íbamos bajando por las escaleras, todos los apartamentos estaban sin puerta en las entradas, tampoco había ventanas en ningún apartamento, solo unas de mentira, pintadas en la pared con paisajes de afiches empolvados. Salas con sofás desgastados, allí había gente viendo televisión como hipnotizada, entrábamos saludando pero nadie nos escuchaba ni veía, así que las entradas eran libres sin que se nos dijera nada. En las cocinas había mujeres con bata, chancletas y rollos en la cabeza, tampoco contestaban a nuestro saludo y seguían cocinando pero como sin sentimiento, con movimientos mecanizados. Luego de terminar su rutina culinaria con la misma mueca de desgano en su cara de maniquí mal pintado, iban con su alimento en bandeja a la sala y echaban toda la comida a su familia televidente por medio de un gran embudo.

- Bajando y en todos los sitios se repetía la misma escena, había un extraño detalle más: la mayoría de los apartamentos y las escaleras estaban repletos de muñecos que al pisarles la mano accidentalmente decían extrañas frases en otro idioma.

- Seguíamos 23 pisos hasta llegar a la mezzanina, allí había una biblioteca y una guardería en la que los maestros eran los mismos insectos humaniformes que habitaban en el penthouse, los pequeños imitaban al pie de la letra sus comportamientos inauditos, más bien parecían unos adultitos pequeños y perversos, también imitaban las frases de los muñecos tirados por todo el lugar.

- La diminuta grieta que avistamos arriba sin darle importancia, ahora se veía también en la mezzanina. La gran estructura se estaba partiendo y fue avistada solo por nosotros dos. Todos esos entes rellenos de absurda abstracción seguían absortos en la degeneración de su entorno y de si mismos haciendo caso omiso a cualquier advertencia, consejo o palabra.

- Ya estábamos afuera, muy lejos cuando echaban a correr entre gritos espeluznantes, todos juntos bajaban por las escaleras estrechas, la mayoría aplastándose mortalmente en el mal estructurado escape...

- Al ambiente lejano al edificio llegaba el olor a maldad que expelían entre el apuro y la sudorosa desesperación. Esa maldad innata, implícita, cuidadosamente grabada por varias generaciones enfermas de codicia.

- El gigante a punto de derrumbarse en un gran temblor por más grietas que surgían. Los que se salvaron en el gran tumulto de las escaleras logrando llegar a la Planta Baja, estos explotaban unos y otros por sus recíprocas miradas de odio; por cierto, nos enteramos que esos muñecos tirados a lo largo y ancho de aquel su mundo- edificio, eran los cadáveres regados resultantes de sus "jueguitos a la guerra" y a sus "quítate tú pa´ ponerme yo" y de sus miradas que simplemente mataban como espadas venenosas y explosivas ( y eso que se la pasaban días enteros frente a la TV... ) De vez en cuando pasaba la consaerje del edificio (que como no le remuneraban bien sus dedicados esfuerzos y no respetaban la limpieza, ella pasaba de vez en cuando correspondiendo a la calidad de sueldito y respeto que recibía) ella recogía esos muertos que luego sí se transformaban en muñecos a bordo de su gran pala azul. Los juntaba como una masa matizada de interesantes colores y los iba depositando en un nivel que quedaba bajo el sótano. Esos elementos servían de abono para la plantación de toda clase de vegetales y frutas que crecían con un sol artificial, porque el que había una vez ya estaba inservible de tantas emisiones tóxicas que generaban, habían destruido su capa protectora que era como la piel de un cuerpo... Ese oxidado sol todo lo carcomía y tuvieron que taparlo con un mega dedo que impedía que tocase con su brillo aquel su mundo-edificio; tal parece que habían pasado años en la medida de su extraño tiempo o que se habían apurado en destruir su ecosistema del último piso, porque las aguas perdieron su capacidad de re-virginizarse mientras bajábamos se desbordaban insalubres por las escaleras...

- Pueden preguntarse cómo es que habían tantos que no les afectaban esas miradas de odio antes y seguían vivitos y coliando, bueno sencillamente no respondían a las odiosas miradas de sus queridos prójimos, pero no porque eran amorosos y bondadosos, si no que estaban absortos en sus voraces vidas, indiferentes a todo lo demás, por ellos que se pudriera el delredor y lo demás si quería, a ellos les resbalaba como una gota por el plumaje de una gallina; su indiferencia era el venenoso cúmulo de gusanos que formaba su repudiadiado corazón.

- Se les notaba un aura púrpura fosforescente alrededor de sus infames viciados cuerpos que quemaban a 250° con el calor de sus asustadas rabias y la falta de afectos naturales. ¿Quién los podría amar si no se amaban a si mismos?... ni a nadie.

-Explotaron en la cumbre de sus tirrias encendidas, entre groserías y gestos, explotaron de cólera en el mismo momento en que se caía aquel monstruoso y colosal edificio y con ellos se acabó toda la porteva intención, el vicio, el odio en aquel mundo porque ellos eran los padres de todos los mal nacidos sentimientos.

- El respeto, la verdad y el amor por fin fueron liberados de su prisión, resultó ser que esos monigotes mal vivientes tenían la llave de esa prisión guardada bajo cadenas y quién sabe cuantos candados en un secreto a voces y burlas todos esos tristes años. Parece que se salvó la conserje...

(Cualquier parecido a la realidad es pura concidencia)

Envíado bajo el seudónimo "Paz de América"








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